lanovelaa4manos

21 ene 2008

Capitulo 6.1 El activo, pasivo


¡Ah cabrón!, el Adad no reacciona. Weeeeey, ¿qué pedo?

Chale se supone que el que debió haber visto a Dios era este pendejo, no yo. Este gallo en forma de puro se ve medio raro y huele peor… ¡no mames! ¡tiene resistol powerman cinco mil!

Capítulo 6: La verdadera verdad de Dios vs La Chole


‑Perdón por el desorden- dijo Christian con sarcasmo. Dios movió la mano en actitud desinteresada al tiempo que tiraba unas latas de chela vacías de un sillón desgastado. El barbudo tomó asiento.

-No mames, eres igualito a uno de los weyes de Zeta Zeta Top.
­‑Por lo menos, tu pareces darketo del Chopo venido a menos. Pero olvídate de pendejadas. Vamos a mi toquín.

Dios apareció un habano entre sus dedos al cual le dio una fumada larga y deliciosa. Christian se ponía hielo en la nariz y levantaba la cabeza. El hombre de la túnica blanca estiro la manó para intentar curarle el madrazo que sin querer le había propinado cuando tocaba su puerta pero Christian le impidió tocarlo.

-Eres un hijo de puta- dijo Christian- qué has hecho de los destinos humanos wey. El mundo cayéndose a pedazos y tu sentadote fumando un puro que la neta huele un chingo a mota- un puro de mota, pensó Christian-.

-No me vengas con mamadas. Si los humanos han hecho y deshecho con sus vidas, no es mi pedo. Libre albedrío wey, libre albedrío- le dijo al joven al tiempo que le daba pequeños golpes en la cabeza con el dedo índice que sostenía el habano el cual no tiraba ceniza.

-Si pendejo, y porque a la banda que no daña a nadie se enferma o se muere. Son chingaderas.

-Pues eso ya dejó de importarme. Yo a los humanos los hice por puro divertimento. Por eso mejor me dedico al rock. Checa el pentagrama que me tatué en la pierna...

- Chale, tienes pedos wey. Y la neta tu banda me vale puritita madre. De seguro tocas como los Carpenter s.

-Como quieras. Pero recuerda que pocos son los invitados al reino de los cielos.

-¡Chinga tu madre! Y mejor vele llegando que me ando convocando a unos demonios pa que vengan a reventarte unos vía crucis chinos en la cabeza.

-Si, como tu vieja ¿no? Creo que hasta los demonios te abandonaron. ¿Qué se sentirá estar completamente solo? Adiós.

Christian vio alejarse la Harley junto con los ángeles mohicanos. Y muy malo muy malo, pero la soledad era un misterio que no alcanzaba a comprender y le daba miedo. La última sentencia de Dios lo dejo pensando por un segundo, así que lo siguió…

16 dic 2007

Capítulo Quinto: Vaya lugar cool que es el Limbo



No necesitó sino una hojeada a sus archivos mentales para descubrir que se trataba de la Bruja. No podía ser nadie más; la delataba la blonda melena que caía como una noche rubia para cubrirle los ojos. Utilizaba el mismo vestido que traía puesto cuando murió, aunque eso Lucía Fernanda no lo sabía.
Quizá aquella mujer podía ayudarla, darle una pista acerca de dónde se encontraba el demonio al que Lucifer buscaba.
La Bruja no le respondió. Como en el más recurrente de los lugares comunes, extendió un dedo para señalarle una puerta. La muchacha se sonrió, imaginó que a la escena únicamente le faltaba que la Bruja se alejara riendo, mientras un relámpago estallaba en algún lugar.
Pero nada de aquello sucedió. La Bruja se quedó en el mismo lugar donde la había encontrado, si acaso se movió para beber un trago de la botella de Jack Daniels que sostenía en la mano derecha.
El beso de Jack, pensó Lucifer, a eso se refería el shaman que le había dado los hongos.
La Bruja comenzó a tararear un fragmento de Piece of my heart mientras la muchacha giraba el picaporte de la puerta que ella le había indicado.
“Vaya lugar cool que es el Limbo”, fue su pensamiento mientras ingresaba en una especie de bóveda.
Caminó algunos pasos y se dio cuenta en el humo del cigarro era como un fantasma omnipresente. Mientras atravesaba un corredor alfombrado y en penumbras, Lucía Fernanda descubrió que un sonido lejano, constante, iba haciéndose más fuerte a medida que se acercaba a una segunda puerta, está vez abierta e iluminada.
Cuando la atravesó, no dio crédito. La Espíritu Santo nunca se lo iba a creer. Ahí estaba Satanás en persona, o cuando menos la persona a quien Lucía consideraba era el demonio, el Rey de los Avernos, el único que de verdad había vivido en la oscuridad mientras estuvo vivo y que ahora, más allá de la muerte, el tiempo y el espacio, continuaba aporreando su piano en un agujero apestoso en medio del limbo. No hay nada más putrefacto que el peor congal del infierno, pensaba ella, y ahora había llegado.
Pensó por un momento en las palabras del shaman, en que Lucía necesitaba una razón para volver al mundo. Ya no tenía miedo, no importaba qué es lo que sucediera cuando se ofrendara como tributo al Diablo, al final quería estar con Christian.
Se sentó en una mesa al borde de la pista y pidió una cerveza. Comenzó a observar a los asistentes al club, reconoció a dos o tres: ahí estaba el rubio zurdo que nunca se lavaba el cabello; el negro virtuoso al que sus grupis señalaban como poseedor de un pene descomunal y claro, la Bruja, que dando tumbos se metió en el club para conseguirse otra botella de Jack.
Lucía Fernanda llamó al mesero y le preguntó a qué hora terminaba de tocar el Señor. Por respuesta recibió una mirada despectiva, que le ordenaba mirar hacia el escenario. Ahora el Demonio, ayudado por su bastón de ciego, se disponía a descansar una hora en su camerino, hasta que le tocara actuar de nuevo.
Lucía se puso de pie y corrió a alcanzarlo. El Demonio se movía muy lentamente, iba encorvado y el brazo derecho, donde se inyectaba la heroína, le temblaba un poco.
Al fin lo alcanzó y le dijo que quería ser suya.
El Diablo volteó la cara y el rostro adolescente de Lucía se reflejó en los lentes oscuros del otro. Un segundo después se dio la vuelta y le indicó que lo acompañara.
Con el bastón de invidente cerró la puerta y sentó en un sillón forrado con piel de leopardo. El Demonio se quitó el saco y se aflojó la corbata.
Lucía Fernanda se le acercó. Le dio un beso en la palma de la mano y le preguntó qué debía hacer. El Diablo le acarició la muñeca y sonrió, complacido.
—Eres linda. Ven, siéntate en mis piernas— le ordenó en inglés.
Cuando la desnudó y la recostó en la cama, Lucía se moría de los nervios. Iba a sacrificarse en el altar del Demonio. Iba a abrir sus piernas para recibir el miembro de aquel fantasma que hasta entonces sólo había escuchado gruñir en Biblias circulares de vinilo.
También bajó otros Evangelios de la red, pero nada se comparaba con tener aquel cuerpo anciano moviéndose dentro de ella, convirtiendo sus caderas en defines de carne que viajaban a toda velocidad por el mar de sus sábanas. Acostarse con aquel Demonio de casi cien años la hacía sentir aún más joven, casi una niña revolviéndose en un charco de perversión. Le fascinaba aspirar el aliento a Whisky del demonio, su piel áspera y arrugada, igual que la de un elefante, friccionándose contra su cuello y su vientre.
Lucía tenía orgasmos sin control, ciclópeos, sacudidas eléctricas como las que el Demonio había sido capaz de provocar en las ingles de su público cuando era hombre. Sus manos enormes le apretaban los senos y los muslos con tal lujuria, que la lastimaba. Le metía la lengua hasta la garganta y como estaba ciego, prefería morder antes acariciar, estrujar antes que recorrer con la punta de los dedos. Cada vez que penetraba el cuerpo de Lucía estaba inoculando palabras clave en su sangre, palabras que en otros tiempos significaron las llaves del infierno: “coochie”, “mama”, “gimme some sugar”…
Sin embargo, un segundo antes de que el Diablo eyaculara, una silueta se apareció en la puerta del camerino. Era Christian, su novio, y detrás venía la Bruja. Estaban desnudos y a la luz de los focos se notaba que habían sudado demasiado.

******

Capítulo 5.1 El bautizo de mezcalina
Delante de aquel vaso de mezcal, Christian se tambaleaba.
—Eres un idiota, todo aquello no fue real— le contestó Adad. Sí, se había prometido o verlo más desde aquel penoso incidente de la pelirroja, pero uno no puede andar por la vida sin un mejor amigo. No antes de estar seguro que Dios existe. Adad creía, pero aún le faltaba convencerse.
—¡Claro que lo fue! Debiste sentir sus tetas, eran suaves como frutas… y si le preguntas a Lucía te dirá lo mismo. Fue muy intenso.
Adad no podía creer que su amigo en verdad creyera que se había acostado con Janis Joplin. Sí, él creía en Dios, y para Christian eso igual de absurdo, pero no Adad nunca dijo que se había cogido a María Magdalena.
—¡Estabas drogado, cabrón! ¡Y Lucía también! ¡Fue un viaje, entiende! ¡Con suerte no se los cogió el shaman ése, que les dio tanta chingadera!
Adad se puso de pie y echó un ojo a la casa de su amigo. Hacía ya cinco años que se escapó del Convento donde lo cuidaban las monjas. Desde entonces se convirtió en el más recurrido de los ‘dealers’ de la colonia, por lo que no le costaba trabajo pagarse ese departamento. Lucía Fernanda se iba a mudar con él apenas iniciara la carrera. Ya estaba hasta la madre de sus papás y además, desde que La Espíritu Santo se fue de mochilazo al Vaticano junto a aquella singular comuna de hippies cristianos, Lucifer no tenía nada que no fuera su novio satánico.
Christian se bebió un vaso más, de Hidalgo, y se cayó dormido encima de la mesa.
Adad lo llevó hasta el sillón y lo acostó bocabajo para que no se fuera a ahogar si es que vomitaba. “Con un solo San Miguel Yonki tenemos”, se dijo mientras recordaba cómo había muerto John Bonham. “Desde aquel día, el mundo no volvió a ser el mismo. Se acabó Led Zeppelin”.
Adad salió de la casa de Christian y se subió a su automóvil. Se ordenaría muy pronto y debería dejar de embriagarse y acostarse con mujeres, como había venido haciéndolo a lo largo del seminario. En cierta medida, las últimas semanas habían significado su despedida de soltero.
Incluso, quizá, con el tiempo dejaría de ver a su mejor amigo. Adad, una vez hecho sacerdote, debería pasar más tiempo en su parroquia y además, no se vería bien que frecuentara a un tipo que dibujaba pentagramas en el piso y bebía sangre de cordero en un Santo Grial de segunda mano que había comprado en La Lagunilla.
Quizá había llegado el momento de olvidarse de todo y simplemente desaparecer, igual que los santos que hacen milagros y de un día para otro se esfuman de la vida de quienes creen en ellos.
“Quiero irme a una orden de retiro en algún pueblo incomunicado”, le dijo a sus maestros esa misma tarde. “Apenas me ordene, quiero entregarme en cuerpo y alma al señor”.
Una vez que le dieron la aprobación, llamó por teléfono a Christian.
—¿Qué pasó, cabrón? Te fuiste y ni cuenta me di. Ya estaba bien pedo, pinche mezcal…
—Necesito que me lleves con el shamán.
Christian se quedó mudo, del otro lado de la línea.
—¿En serio? ¡Pues no me estuviste cagando toda la tarde!
—Sí, pero necesito verlo.
—¿A quién?
Adad suspiró profundo.
—A Dios cabrón, necesito verlo y saber que existe.
—Pero tú siempre has creído, ¿no? Por eso te metiste de padrecito…
Entonces vino un silencio que estuvo a punto de aplastar el mundo.
—Pero si no lo veo, voy a cometer la peor pendejada de mi vida. Necesito que me bautices, Christian, como Juan Bautista, antes de que me ordene.
Christian tosió en la bocina.
—Sale, pues jálate. Avisa que no vas a llegar a dormir en varios días.

8 nov 2007

Capítulo 4 Guerra de escupitajos


Christian miró con desdeño a Adad.
-No mames, ¿ya viste que viejota?
-Si güey ¿y? está mal.
-Pues si no la vamos a violar pendejo, nos la vamos a coger que es distinto.
-¡Cabrón! Tiene 17.
-Y es bien marihuana, ¿ya te fijaste cómo arma? Pues si esta vieja no afloja porque tú no te animas, te voy a meter una madriza que ni dios padre te la quita.
-Güey, respeta…

La niña formaba un cigarro de marihuana con una habilidad pasmosa. Y mientras Adad se preguntaba en dónde carajos la menor había aprendido el arte de manufacturar carrujos de mota, Christian se acariciaba la verga por la bolsa del pantalón como si se paladeara un gran pedazo de arrachera. Adad juraba que Christian babeaba. La pena ajena lo invadía y codeaba a su amigo para interrumpir su lascivo automimo.

En la casona no había luz. Un par de velas flacas daban un poco de iluminación a una sala vieja. Adolescentes borrachos y drogados se desparramaban por todo el lugar. Christian se sentía en un capítulo de Historia del Ojo, de Bataille; Adad, pensaba en Juan García Ponce, en Mariana y en Anselmo.

La niña levantó el pitillo como si levantara un trofeo para indicar que estaba listo. Christian se lo arrebató, se lo llevó a la boca y sacó sus cerillos. Con un movimiento ágil, la armadora le quitó el cigarro de la boca y dijo: hay que santificarlo primero. Los amigos se voltearon a ver y compartieron una carcajada interna.

-Adad, tu eres seminarista, ¿podrías hacer lo tuyo?

-Claro, para eso nos preparan.

Adad, tomó el carrujo entre sus manos, lo elevó a los cielos y exclamó:

-Padre, gracias por la planta sagrada que vamos a consumir para llegar más cerca de ti. Bendice a quienes con muchos esfuerzos lograron hacerla llegar a nuestras manos. Bendice también a quien, sin otra intención que sentir un poco de tu gloria, manufacturó este instrumento espiritual y que compartirá con los aquí presentes, todos siervos tuyos…

Los chicos se hincaron y tomaron una actitud solemne. Christian se doblaba de risa a un lado de una columna, procurando no ser visto. Los ojos de la novel drogadicta, se petrificaron en Adad, que seguía con la santificación. La niña lo miraba con una devoción que llegaba al paroxismo.

Al consumirse el “instrumento espiritual” todos se encontraban tirados en el piso. Adad se recargó en una pared, la armadora, de piel blanca y pelo rojo, se le acercó para besarlo. Al principio el seminarista intentó evitarla pero, ya pacheco, sólo logró aproximarse a ella. Se besaron con ternura que duró un segundo, porque la pelirroja, en un movimiento veloz, desabrochó los pantalones de Adad. ¿Dónde está el cabrón de Christian?, pensó. La niña ya se levantaba la falda y ladeaba sus calzones para ser penetrada; Adad sentía la humedad de la menor y no contuvo su calentura. Ella lo montaba con maestría, se lo estaba cogiendo. Él estaba desconcertado, se lo estaban cogiendo. Christian llegó de golpe, por atrás de la chica y justamente por allí, con un poco de vaselina del baño, la penetró. Ella dio un grito corto. Adad pensó que ahora sí estaban violando a la menor, pero ella puso una mano en las nalgas de Christian para indicarle el movimiento que debía de hacer. Los tres estaban fundidos en la inconciencia y poco a poco se acercaban al orgasmo.

Ella se vino primero. Los espasmos la obligaron a romper la tripleta justo cuando Adad y Christian expulsaban su veneno: mientras la niña se revolcaba en el piso, ellos se bañaban mutuamente con los jugos viscosos de sus calenturas.

- ¡Chinga tu madre Christian!
- Sperman retentum, venenum est.
- ¡No mames pendejo! Ve cómo me dejaste.
- Oye cabrón, ¿hace cuanto que no cogías? Ve nomás, litros y litros. Ya andabas urgido.

Adad le asestó un gancho a la mandíbula al burlón pero éste se repuso rápidamente y devolvió el golpe en el pómulo derecho del seminarista. Ambos sangraban. Agotados, se incorporaron y se miraron con odio. Adad se dio la vuelta, salió de la casona y azotó la puerta. Christian se quedó para una segunda tanda de sexo anal con la pelirroja.

Mientras el seminarista caminaba por la calle, limpiándose el semen de su examigo, se prometió no volver a meterse en una situación similar… y no hablar con Christian jamás.

29 oct 2007

Capítulo tercero: El amor es el milagro del demonio


Nunca en su vida estudió, pero se hizo famoso por asistir a muchas escuelas, siempre a la hora de la salida. Llegaba treinta minutos antes de que sonara la campana y aguardaba, pacientemente, a que restara únicamente un grupito de dos o tres chavitas charlando en la banqueta, cuando todos los padres habían recogido a sus hijas y las colocaban fuera del alcance del depredador.
Las que se quedaban siempre se compraban chicharrones o unas congeladas bon-ice para acompañar sus charlas.
Eso era señal inequívoca de que no tenían prisa por llegar a sus casas, convirtiéndose en consecuencia en víctimas potenciales de Christian.
El joven visitaba también uno que otro colegio mixto, pero sus predilectos siempre fueron los institutos de señoritas, porque la vida le enseñó que en esos sitios era donde menos señoritas habían. La educación de las monjas, por lo general, hacía explotar ese pequeño gen de puta que todas las mujeres guardan en su interior y dotaba a sus clítoris de una insaciable necesidad de ofender a Dios de todas las formas posibles, nada mejor para un satánico como él.
Así, Christian conoció una tarde a La Espíritu Santo, una chica introvertida que por lo general estaba garrapateando notas en una libreta de forma francesa.
Muchas de sus compañeras creían que ella escribía poesía, pero en realidad se trataba de rimas de hip hop cristiano.
Esa tarde de viernes, Christian se hizo acompañar de Adad, quien todavía no empezaba su carrera como seminarista y por lo tanto, era común verlo en la calle. De inmediato, el satánico quedó prendado de La Espíritu Santo. No es que fuera muy bonita, pero le llamó la atención que llevara en su frente un cruz invertida, marcada con ceniza.
—¿Y por qué al revés, si tú eres cristiana?— le preguntó cuando ya llevaba algunos minutos platicando con ella.
—Porque— le respondió la otra, sin apartar la vista de su cuadernode forma francesa— Igual que San Pedro/ Considero que nadie es digno de utilizar/ la señal de nuestro Señor y de Dios, cordero/ porque Él fue primero/ imitar su forma de sufrimiento/ la prueba de su amor/ evocación de su tormento/ por eso la mía la invierto/ la dibujo al revés/ y no es menor mi fe/ ni mi remordimiento/ porque así demuestro respeto/ ¿Cómo la ves?/ ...PAZ.
Siempre que hablaba lo hacía fluyendo y terminaba cruzando los brazos y en actitud retadora. Era una MC nata que no podía dejar de pensar, incluso hablar, en rimas rapeadas.
La estrategia para acercarse a las muchachas afuera de las escuelas siempre fue la misma. Christian se vestía por completo de negro, se soltaba el cabello que ya le había crecido hasta los hombros y jugaba con un cigarro encendido, en sus labios. La vida le había enseñado que a los patanes les va mejor que a los caballeros y suelen cosechar más mujeres que los hombres de buena voluntad. Lo que él ignoraba es que a las chavas les atraen este tipo de hombres, porque es más sencillo romperles el corazón. Entre más rudos se ven por fuera, más endebles son en el interior.
Sin embargo, con La Espíritu Santo y Lucía Fernanda, la amiga que no se le separaba ni un segundo, fue distinto. Lucía se acercó a Christian para pedirle que le prestara su encendedor, él no tuvo que hacer nada. Meses después, cuando ya eran novios, ella le confesó todo había sido un pretexto para abordarlo porque le había llamado la atención el tatuaje que él tenía en el cuello. En realidad no era un tatuaje, le confesó Christian tiempo después, mientras hacían el amor en una iglesia, sino una cicatriz. Christian se había caído por las escaleras del convento de las Carmelitos Descalzas que lo recogieron de la basura, cuando era niño, y una cadenita con la imagen del Sagrado Corazón, que la Madre Superiora le había colgado al cuello, se le incrustó en la piel. Él sólo se puso tinta china encima y se lo frotó hasta que la imagen del Sagrado Corazón quedó deformada en una especie de víscera negra de animal, un garabato parecido a la Santa Muerte.
—Vaya casualidad/ gloria a Dios en las alturas/ que nunca se sepa la verdad/ de tu curiosa acupuntura/ si lo prefieres/ llévate el secreto a la sepultura/ que la marca que llevas en el cuello/ está divina/ aunque la cruz apunte al suelo/ mi frente y corazón están calientes/ y por Dios mi alma camina/que igual sea contigo/ y tu Sagrado Corazón deforme/ estigma e informe/ mi amigo/ de tu anunciada salvación... PAZ.— dijo La Espíritu Santo al conocer la historia, mucho tiempo después, cuando a Christian ya no le gustaba ella, sino su amiga.
Con el tiempo, La Espíritu Santo dejó la escuela de monjas y se fue de México para desarrollarse como MC. Años más tarde, a Adad le pareció leer en el periódico que la joven había ofrecido un concierto privado en el Vaticano, al que asistieron el Papa y sus cardenales.
Esa misma tarde, La Espíritu Santo y Adad fueron a una capilla, donde él la animó a escribir la letra de lo que a la postre se convertiría en su primer sencillo, Juan 3:16.
Christian y Lucía Fernanda, Lucifer como la le decía en confianza, se fueron a un hotel. Se identificaron por ser satánicos y decidieron no contener, como bien estaba expresado en los mandamientos satánicos de Anton LaVey, sus avances sexuales dado que la otra persona estaba de acuerdo en satisfacerlos.
Dibujaron un pentagrama en la alfombra del cuarto con ayuda de un gis y Christian penetró a Lucifer en medio del círculo, mientras ambos rezaban un Padre Nuestro con sus gemidos. Se habían escritor el nombre de Jesús en el cuerpo, él en las nalgas de ella y ella en el pecho de él.
—¿Sabes? Tengo un pariente santo—le confesó Lucifer.
Christian esbozó una sonrisa.
—A mí me criaron unas monjas. Nadie es perfecto— le respondió el otro.
Un tío abuelo de Lucía había combatido en la guerra de los cristeros y una piedra con su sangre fue llevada hasta el Vaticano para que el Papa la bendijera. Su familiar estaba en proceso de beatificación.

26 oct 2007

Capítulo 2.1 La curiosidad mató al gato o lo que sea que fuere


…Dios sacó su guitarra de una funda parecida al manto sagrado. Una Ghost Spirit blanca, tatuada, sí, tatuada. La madera fue tomada del primer cedro y el primer palosanto que existieron. Cuando el santo barbudo la mandó tatuar, sangre escurría del material y Dios la bebió. Desde ese momento la llamó Lilith´s Blood. El tatuaje de la lira era el fresco Creazione di Adamo con una pequeña variación: Lilth veía cómo tocaba Dios al hombre al momento que tenía sexo con Inanna. Dios dijo: Miguel Ángel era un chingón, aunque era medio puto, por eso la imagen de las mujeres. Todo es un equilibrio...

Así leía ella, en la revista Ups Metal Essentials, un pequeño reportaje sobre cómo Dios empezó su carrera de guitarrista.

23 oct 2007

Capítulo 2 La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida


Allí viene. Arrastrando tan cabrón su sexualidad que deja un rastro fuertísimo de feromonas. Le urge bajarme los pantalones. Quiere saturarse de mí, de esa semilla inútil que nunca crecerá por muy fértil que sea la tierra. La comezón ha regresado a mi espalda…

El sudor se está precipitando de mi cara. Mis ojos denotan miedo y ella ya lo olió. Sus pupilas crecieron como la luna llena y adoptaron su color pálido. Mi temor la excita y su andar se ha convertido en un acecho ¿Necesito condones?

No me alcanzo a rascar justo donde la comezón carcome mi espalda. Qué mamada. ¿Mamada? Si, claro. Me gustan. Los perros de la calle han comenzado a ladrar como locos. Veo sombras en las paredes. Ella ha comenzado a mordisquearme el cuello; sus pezones rozan con mi pecho que sube y baja como la luna juega con las mareas. ¡Que nalgas, Dios mío! Perdóname padre, porque estoy apunto de pecar

Ella ha encendido la mecha en mi entrepierna. La comezón de la espalda se ha convertido el dolor. Me toco. Mi mano se ha pintado de rojo. Ella ha olido mis entrañas y ronronea como un león hambriento. Lame mi mano, ahora los dedos. Su boca se ha detenido en el dedo que más sangre tiene y chupa. Chupa un solo dedo. Me toco la frente y siento fiebre. Estoy alucinando…

Ahora que la penetro me doy cuenta de que lo mío no es andar cuidando almas idiotas que gracias a su fuero, llamado vulgarmente, libre albedrío, hacen lo que menos les conviene; o hacen algo que si, pero a costa de los demás ¡Ouch! Me está mordiendo la pierna. Voy a soltar a las ovejas para que sean libres. La comezón se ha ido, que extraño.

Yo de pié, ella hincada a comenzado a chuparme. Me la mama con un locura mórbida, parece que la quiere arrancar. Antes me había dicho si me eres infiel, te la voy a cortar para metérmela yo sola. Ya le comienzo a creer.

Siento que me vengo. No se que hace con la lengua que creo que…oigo pasos, ¡me vengo!

He tenido que retirar uñas de mi trasero. Ella se ha tendido en el sillón púrpura de la oficina. Tiene semen y sangre ya secos en la boca. Le lanzo una sotana para que se limpie.

-Creo que he cometido un error. Cambié mi camino, seguramente estoy condenado.

Ella se inclina un poco para deci qué más da. Dios ha de estar en otro pedo.

-Nos vieron. El chico que salió corriendo. Andaba de negro, cabellos morados.

-Era mi novio, un devoto satánico.

-Maldita. Ahora todos me señalarán. Se acabó.

-Vamos a un toquín, Adad… padre Adad.

Los escribas

Los escribas
Éste y el otro

¿A qué pareja se te afiguran Éste y el Otro?

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2 locos: una misma novela

Arthur Gore y el Black Wedding Cake son amigos desde tiempos inmemoriables... han decidido fusionar sus pachecadas en la misma obra. Lee la primera novela (de nosotros) escrita a cuatro manos y en tiempo real...

La novela en proceso (Léanla en orden, porque no es Rayuela, de Cortázar)

Datos personales

El Hades- Lomas de Copula, Louder than Hell!!!!!!, Antigua & Barbuda
Una novela escrita por dos artistas que no pueden evitar cagarse de risa al contemplar lo que la vida ha hecho con ellos... Además, se confiesan dos fans de Polo Polo, Tin Tan y la rola Die for Metal, de Manowar.