8 nov 2007

Capítulo 4 Guerra de escupitajos


Christian miró con desdeño a Adad.
-No mames, ¿ya viste que viejota?
-Si güey ¿y? está mal.
-Pues si no la vamos a violar pendejo, nos la vamos a coger que es distinto.
-¡Cabrón! Tiene 17.
-Y es bien marihuana, ¿ya te fijaste cómo arma? Pues si esta vieja no afloja porque tú no te animas, te voy a meter una madriza que ni dios padre te la quita.
-Güey, respeta…

La niña formaba un cigarro de marihuana con una habilidad pasmosa. Y mientras Adad se preguntaba en dónde carajos la menor había aprendido el arte de manufacturar carrujos de mota, Christian se acariciaba la verga por la bolsa del pantalón como si se paladeara un gran pedazo de arrachera. Adad juraba que Christian babeaba. La pena ajena lo invadía y codeaba a su amigo para interrumpir su lascivo automimo.

En la casona no había luz. Un par de velas flacas daban un poco de iluminación a una sala vieja. Adolescentes borrachos y drogados se desparramaban por todo el lugar. Christian se sentía en un capítulo de Historia del Ojo, de Bataille; Adad, pensaba en Juan García Ponce, en Mariana y en Anselmo.

La niña levantó el pitillo como si levantara un trofeo para indicar que estaba listo. Christian se lo arrebató, se lo llevó a la boca y sacó sus cerillos. Con un movimiento ágil, la armadora le quitó el cigarro de la boca y dijo: hay que santificarlo primero. Los amigos se voltearon a ver y compartieron una carcajada interna.

-Adad, tu eres seminarista, ¿podrías hacer lo tuyo?

-Claro, para eso nos preparan.

Adad, tomó el carrujo entre sus manos, lo elevó a los cielos y exclamó:

-Padre, gracias por la planta sagrada que vamos a consumir para llegar más cerca de ti. Bendice a quienes con muchos esfuerzos lograron hacerla llegar a nuestras manos. Bendice también a quien, sin otra intención que sentir un poco de tu gloria, manufacturó este instrumento espiritual y que compartirá con los aquí presentes, todos siervos tuyos…

Los chicos se hincaron y tomaron una actitud solemne. Christian se doblaba de risa a un lado de una columna, procurando no ser visto. Los ojos de la novel drogadicta, se petrificaron en Adad, que seguía con la santificación. La niña lo miraba con una devoción que llegaba al paroxismo.

Al consumirse el “instrumento espiritual” todos se encontraban tirados en el piso. Adad se recargó en una pared, la armadora, de piel blanca y pelo rojo, se le acercó para besarlo. Al principio el seminarista intentó evitarla pero, ya pacheco, sólo logró aproximarse a ella. Se besaron con ternura que duró un segundo, porque la pelirroja, en un movimiento veloz, desabrochó los pantalones de Adad. ¿Dónde está el cabrón de Christian?, pensó. La niña ya se levantaba la falda y ladeaba sus calzones para ser penetrada; Adad sentía la humedad de la menor y no contuvo su calentura. Ella lo montaba con maestría, se lo estaba cogiendo. Él estaba desconcertado, se lo estaban cogiendo. Christian llegó de golpe, por atrás de la chica y justamente por allí, con un poco de vaselina del baño, la penetró. Ella dio un grito corto. Adad pensó que ahora sí estaban violando a la menor, pero ella puso una mano en las nalgas de Christian para indicarle el movimiento que debía de hacer. Los tres estaban fundidos en la inconciencia y poco a poco se acercaban al orgasmo.

Ella se vino primero. Los espasmos la obligaron a romper la tripleta justo cuando Adad y Christian expulsaban su veneno: mientras la niña se revolcaba en el piso, ellos se bañaban mutuamente con los jugos viscosos de sus calenturas.

- ¡Chinga tu madre Christian!
- Sperman retentum, venenum est.
- ¡No mames pendejo! Ve cómo me dejaste.
- Oye cabrón, ¿hace cuanto que no cogías? Ve nomás, litros y litros. Ya andabas urgido.

Adad le asestó un gancho a la mandíbula al burlón pero éste se repuso rápidamente y devolvió el golpe en el pómulo derecho del seminarista. Ambos sangraban. Agotados, se incorporaron y se miraron con odio. Adad se dio la vuelta, salió de la casona y azotó la puerta. Christian se quedó para una segunda tanda de sexo anal con la pelirroja.

Mientras el seminarista caminaba por la calle, limpiándose el semen de su examigo, se prometió no volver a meterse en una situación similar… y no hablar con Christian jamás.

1 comentario:

J.C. dijo...

Bueno veo que soy el primero en dejar comentario (eso me convierte en padrino del blog??? ja), solo puedo decir que me agrada lo que leo aqui, y que aquí estaré con frecuencia esperando lo que nos pueda entregar este par de mentes torcidas (sin ofender), muchas gracias por esta lectura tan sabrosa y bueno ya ala ... me despido.

Los escribas

Los escribas
Éste y el otro

¿A qué pareja se te afiguran Éste y el Otro?

Powered By Blogger

2 locos: una misma novela

Arthur Gore y el Black Wedding Cake son amigos desde tiempos inmemoriables... han decidido fusionar sus pachecadas en la misma obra. Lee la primera novela (de nosotros) escrita a cuatro manos y en tiempo real...

La novela en proceso (Léanla en orden, porque no es Rayuela, de Cortázar)

Datos personales

El Hades- Lomas de Copula, Louder than Hell!!!!!!, Antigua & Barbuda
Una novela escrita por dos artistas que no pueden evitar cagarse de risa al contemplar lo que la vida ha hecho con ellos... Además, se confiesan dos fans de Polo Polo, Tin Tan y la rola Die for Metal, de Manowar.